Desde 2009, la Transportadora de Energía de Centroamérica S.A., Trecsa, se ha caracterizado por la implementación de distintas acciones estratégicas en materia ambiental, muchas de ellas encaminadas a contrarrestar las consecuencias del consumo de leña y la tala de árboles.
En la lucha por combatir el cambio climático y por preservar los recursos naturales, y dentro del marco de la responsabilidad y aporte ambiental a la flora y la fauna de la empresa, Trecsa no solo ha aportado al desarrollo al hacer posible que la electricidad llegue a los hogares, sino que también impacta de manera positiva en conductas que son dañinas para el ambiente y la salud.
Esto es así gracias a su papel en el desarrollo de proyectos de electrificación, una de las mejores formas de suplir la tala de árboles para el consumo de leña. Esta es una práctica que aún es común en muchas regiones de Guatemala, tanto para la cocción de alimentos, como para la calefacción del hogar en regiones que son frías.
La empresa ha trabajado en ese sentido no solo para fortalecer la matriz energética de Guatemala, a través de la creación del Plan de Expansión del Sistema de Transporte de Energía, PET-01-2009, sino también con acciones y proyectos de valor que buscan preservar o reabastecer recursos tan importantes como los árboles.
Dentro de los valores de la empresa se priman la vida y la salud, siendo así que Juan Ricardo Ortega, Presidente de Grupo Energía Bogotá, multilatina matriz de la empresa, ha reiterado recurrentemente el compromiso de los proyectos de la empresa con el medio ambiente, instando a debatir cuáles son los principales problemas que el planeta enfrenta en ese sentido:
“Debemos restaurar los ecosistemas, proteger los bosques, páramos y ríos. En el Grupo Energía Bogotá trabajamos en corredores ecológicos a lo largo de nuestros proyectos de transmisión que ayudan a ese propósito. Además, vamos a impulsar energías renovables no convencionales”.
Las consecuencias de la tala de árboles y el consumo de leña
La leña sigue representando un promedio del 92% en la demanda energética del sector residencial en Guatemala. Dicho porcentaje es consecuencia de la dependencia que de ella hay todavía en las áreas rurales del país. Son precisamente las comunidades no electrificadas las que presentan la mayor demanda de leña para cubrir sus necesidades básicas.
En el país, el índice de deforestación continúa subiendo año con año, algo que sin duda impacta de manera negativa a los ecosistemas y la biodiversidad de uno de los territorios con más recursos naturales de la región latinoamericana.
De acuerdo con los datos que aporta la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, FAO, en el período de 1991 a 1993, el país contaba con 373.022 hectáreas de bosques, mientras que en el año 2010 esa cifra bajó a 264.245 hectáreas, cifras que también confirma el Instituto Nacional de Bosques y el Consejo Nacional de Áreas Protegidas a nivel local.
En Guatemala, el principal motivador de ese descenso lo representan las talas ilegales de árboles y el uso de leña como combustible, razón por la que miles de hectáreas de bosque todavía se pierden cada año, provocando secuelas irreversibles en el medioambiente, que afectan de manera alarmante a las fuentes de recarga hídrica, la temperatura, la erosión de los suelos, y la vida de la fauna en el país.
A nivel biológico, la madera quemada perjudica a los seres humanos porque genera emisiones nocivas. Los contaminantes más importantes de la quema y el consumo de leña son las partículas que libera la madera quemada y el hollín que resulta de esa quema. Ambos compuestos son potencialmente cancerígenos. La quema de madera también genera óxido de nitrógeno y monóxido de carbono que son perjudiciales para la salud de las personas y los animales.
Por contraparte, entre los beneficios de una mayor electrificación para combatir estas prácticas destaca el hecho de que la red eléctrica mejora el bienestar de las personas. Principalmente por el impacto en las tareas cotidianas del hogar, ya que esta clase de energía tiene el potencial de sustituir la leña e influir directamente en la tecnología doméstica.
La electricidad permite que los hogares cambien sus hábitos, y que utilicen electrodomésticos básicos para la preparación de los alimentos u otras actividades, algo que reduce drásticamente la dependencia de esta fuente de energía.